Capítulo 14. Una visión de conjunto. Relación de la Conquista (1528) por informantes anonimos de Tlatelolco

La matanza del Templo Mayor en la fiesta de Tóxcatl

En este tiempo van a preguntar a Motecuhzoma en qué forma han de celebrar a su dios. Él les dijo: Ponedle todo lo que es su atavío propio. Hacedlo. En este tiempo fue cuando dio órdenes "El Sol" (Alvarado): ya está atado Tlacochcálcatl, preso Motecuhzoma y el de Tlatelolco, Itzcohuatzin. Fue cuando ahorcaron a un principal de Acolhuacan, de nombre Nezahualquentzin junto a la albarrada.

En segundo lugar, murió el rey de Nauhtla, llamado Cohualpopocatzin. Lo asaetearon, y después de asaeteado, vivo aún, fue quemado. Con este motivo estaban en guardia los tenochcas de la Puerta del Águila. Por un lado estaba el garitón de los tenochcas; por otro lado, el garitón de los tlatelolcas. Vinieron a decir a aquellos que ataviaron a Huitzilopochtli.

Luego le ponen a Huitzilopochtli todo aquello con que se adorna, sus ropas de papel y todos los atavíos que le son propios. Todo se lo pusieron. Luego ya cantan sus cantos los mexicanos. Así lo estuvieron haciendo el primer día. Aún pudieron hacerlo el segundo día: comenzaron a cantar y fue cuando murieron tenochcas y tlatelolcas.

Los que estaban cantando y danzando estaban totalmente desarmados. Todo lo que tenían eran sus mantillos labrados, sus turquesas, sus bezotes, sus collares, sus penachos de pluma de garza, sus dijes de pata de ciervo. Y los que tañen el atabal, los viejecitos, tienen sus calabazos de tabaco hecho polvo para aspirarlo, sus sonajas. A éstos (los españoles) primeramente les dieron empellones, los golpearon en las manos, les dieron bofetadas en la cara, y luego fue la matanza general de todos éstos. Los que estaban cantando y los que estaban mirando junto a ellos, murieron. Nos dieron empellones, nos maltrataron por tres horas. En donde mataron a la gente fue en el Patio Sagrado. Luego se meten (los españoles) dentro de las casas (del templo) para matar a todos: a los que acarreaban el agua, a los que traían la pastura de los caballos, a las que molían, a los que barrían, a los que estaban de vigilancia.

Pero el rey Motecuhzoma acompañado del Tlacochcálcatl de Tlatelolco, Itzcohuatzin, y de los que daban de comer a los españoles, les dicen:
 –Señores nuestros. . . ¡Basta! ¿Qué es lo que estáis haciendo? ¡Pobres gentes del pueblo! . . . ¿Acaso tienen escudos? ¿Acaso tienen macanas? ¡Andan enteramente desarmados! . . .

Cuando llegó acá el capitán, ya nos había matado "El Sol" (Alvarado). Hacía veinte días que el capitán había partido para la costa cuando nos mató a traición "El Sol". Cuando llegó acá el capitán no fue recibido con guerra; en paz y calma entró acá. Hasta el día siguiente lo atacamos con fuerza y así dio principio la guerra. 



La noche triste

En consecuencia luego salieron de noche. En la fiesta de Tecuílhuitl salieron; fue cuando murieron en el Canal de los Toltecas. Allí furiosamente los atacamos. Cuando de noche salieron, primero fueron a reconcentrarse en Mazatzintamalco. Allí fue la espera de unos a otros cuando salieron de noche. Cuando se fueron (los españoles), fueron a asentarse en Acueco. Los echaron de allí. Fueron a situarse en Teuhcalhueyacan. Se fueron para Zoltépec. De allí partieron, fueron a situarse en Tepotzotlan. De allí se fueron, fueron a situarse en Citlaltépec; de allí fueron a establecerse en Temazcalapan. Allí los salieron a encontrar: les dieron gallinas, huevos, maíz en grano. Allí tomaron resuello. Ya se fueron a meter a Tlaxcala. Entonces se difundió la epidemia: tos, granos ardientes, que queman.



El regreso de los españoles

Cuando ha pasado un poco la epidemia, ya se ponen en marcha. Van a salir a Tepeyácac, fue el primer lugar que conquistan. Se van de allí: cuando es la fiesta de Tomar Licol (Tlahuano), van a salir a Tlapechhuan. Es la fiesta de Izcalli. A los doscientos días vinieron a salir, se vinieron a situar en Tetzcoco. Estuvieron allí cuarenta días. Luego ya vienen, de nuevo vienen en seguimiento de Citlaltépec. A
Tlacopan. Allí se establecen en el Palacio. Y también se metieron acá los de Chiconauhtla, Xaltocan, Cuauhtitlan, Tenayucan, Azcapotzalco, Tlacopan, Coyoacan. Por siete días no están combatiendo. Estaban solamente en Tlacopan. Pero luego de nuevo retroceden. No más se van todos juntos y por allá van a salir, para establecerse en Tetzcoco. Ochenta días y otra vez van a salir a Huaxtepec, Cuauhnahuac (Cuernavaca). De allá bajaron a Xochimilco. Allí murió gente de Tlatelolco. Otra vez salió (el español) de allí; vino a Tetzcoco, allí también a situarse. También en Tlaliztacapa murieron gentes de Tlatelolco. Cuando él se fue a situar a Tetzcoco fue cuando comenzaron a matarse unos con otros los de Tenochtitlan. Esto más: se pusieron a pleitear unos con otros y se mataron unos a otros. Esta es la razón por la que fueron muertos estos principales: movían, trataban de convencer al pueblo para que se juntara maíz blanco, gallinas; huevos, para que dieran tributo a aquéllos (a los españoles). Fueron sacerdotes, capitanes, hermanos mayores los que hicieron estas muertes. Pero los principales jefes se enojaron porque habían sido muertos aquellos principales.

Dijeron los asesinos:
– ¿Es que nosotros hemos venidos a hacer matanzas? Últimamente, hace sesenta días que hubo muertos a nuestro lado… ¡Con nosotros se puso en obra la fiesta del Tóxcatl! . . . (La matanza del Templo Mayor.)



El asedio de Tenochtitlan

Ya se ponen en pie de guerra, ya van a darnos batalla (los españoles). Por espacio de diez días nos combaten y es cuando vienen a aparecer sus naves. A los veinte días van a colocar sus naves por Nonohualco, en el punto llamado Mazatzintamalco.
Cuando sus naves llegaron acá, llegaron por el rumbo de Iztacalco. Entonces se sometió a ellos el habitante de Iztacalco. También de allá se dirigieron acá. Luego se fueron a situar las naves en Acachinanco. También desde luego hicieron sus casas de estacamento los de Huexotzinco y Tlaxcala a un lado y otro del camino. También dispersan sus barcos los de Tlatelolco. Éstos están en sus barcas en el camino de Nonohualco, en Mazatzintamalco están sus barcas. Pero en Xohuiltitlan y en Tepeyácac nadie tiene barcas. Los únicos que estamos en vigilancia del camino somos los de Tlatelolco cuando aquéllos llegaron con sus barcas. Al día siguiente las fueron a dejar en Xoloco. Por dos días hay combate en Huitzilan. Fue cuando se mataron unos a otros los de Tenochtitlan.

Se dijeron:
– ¿Dónde están nuestros jefes? ¿Tal vez una sola vez han venido a disparar? ¿Acaso han hecho acciones de varones?

Apresuradamente vinieron a coger a cuatro: por delante iban los que los mataron. Mataron a Cuauhnochtli, capitán de Tlacatecco, a Cuapan, capitán de Huitznáhuac, al sacerdote de Amantlan, y al sacerdote de Tlacopan. De modo tal, por segunda vez, se hicieron daño a sí mismos los de Tenochtitlan al matarse unos a otros.
Los españoles vinieron a colocar dos cañones en medio del camino de Tecamman mirando hacia acá. Cuando dispararon los cañones la bala fue a caer en la Puerta del Águila. Entonces se pusieron en movimiento juntos los de Tenochtitlan. Tomaron en brazos a Huitzilopochtli, lo vinieron a meter en Tlatelolco, lo vinieron a depositar en la Casa de los Muchachos (Telpochcalli), que está en Amáxac. Y su rey vino a establecerse a Acacolco. Era Cuauhtemoctzin.



La gente se refugia en Tlatelolco

Y eso bastó; los del pueblo bajo en esta ocasión dejaron su ciudad de Tenochtitlan para venir a meterse a Tlatelolco. Vinieron a refugiarse en nuestras casas. Inmediatamente se instalaron por todas partes en nuestras casas, en nuestras azoteas. Gritan sus jefes, sus principales y dicen:

–Señores nuestros, mexicanos, tlatelolcas . . . Un poco nos queda . . . No hacemos más que guardar nuestras casas. No se han de adueñar de los almacenes, del producto de nuestra tierra. Aquí está vuestro sustento, el sostén de la vida, el maíz. Lo que para vosotros guardaba vuestro rey: escudos, insignias de guerra, rodelas ligeras, colgajos de pluma, orejeras de oro, piedras finas. Puesto que todo esto es vuestro, propiedad vuestra. No os desaniméis, no perdáis el espíritu. ¿A dónde hemos de ir? ¡Mexicanos somos, tlatelolcas somos!

Inmediatamente tomaron de prisa todas las cosas los que mandan acá , cuando ellos vinieron a entregar las insignias, sus objetos de oro, sus objetos de pluma de quetzal.
Y éstos son los que andan gritando por los caminos y entre las casas y en el mercado: Xipanoc, Teltlyaco, el vice–Cihuacóatl, Motelchiuh, cuando era de Huiznáhuatl, Zóchitl, el de Acolnáhuac, el de Anáhuac, el Tlacochcálcatl, Itzpotonqui, Ezhuahuácatl, Coaíhuitl, que se dio a conocer como jefe de Tezcacoac. Huánitl, que era Mixcoatlailótlac; el intendente de los templos, Téntil. Éstos eran los que anduvieron gritando como se dijo, cuando se vinieron a meter a Tlatelolco. Y aquí están los que lo oyeron: Los de Coyoacan, de Cuauhtitlan, de Tultitlan, de Chicunauhtla, Coanacotzin, el de Tetzcoco, Cuitláhuac, el de Tepechpan, Itzyoca. Todos los señores de estos rumbos oyeron el discurso dicho por los de Tenochtitlan. Y todo el tiempo en que estuvimos combatiendo, en ninguna parte se dejó ver el tenochca; en todos los caminos de aquí: Yacacolco, Atezcapan, Coatlan, Nonohualco, Xoxohuitlan, Tepeyácac, en todas estas partes fue obra exclusiva nuestra, se hizo por los tlatelolcas. De igual modo, los canales también‚fue obra nuestra exclusiva. 76 Ahora bien, los capitanes tenochcas allí (en su refugio de Tlatelolco), se cortaron el cabello, y los de menor grado, también allí se lo cortaron, y los cuachiques, y los otomíes,77 de grado militar, que suelen traer puesto su casco de plumas, ya no se vieron en esta forma, durante todo el tiempo que estuvimos combatiendo. Por su parte, los de Tlatelolco rodearon a los principales de aquéllos y sus mujeres todas los llenaron de oprobio y los apenaron diciéndoles:

– ¿No más estáis allí parados? . . . ¿No os da vergüenza? ¡No habrá mujer que en tiempo alguno se pinte la cara para vosotros! . . .

Y las mujeres de ellos andaban llorando y pidiendo favor en Tlatelolco. Y cuando ven todo esto los de esta ciudad alzan la voz, pero ya no se ven por ninguna parte los tenochcas. De parte de los tlatelolcas, pereció lo mismo el cuáchic que el otomí y el capitán. Murieron a obra de cañón, o de arcabuz.



Se consulta a los agoreros

Y dice Cuauhtémoc (a los agoreros):
–Venid por favor: ¿qué miráis, que veís en vuestros libros?

Le dice el sacerdote, el sabedor de papeles, el que corta papeles.
–Príncipe mío: oíd lo que de verdad diremos: Solamente cuatro dias y habremos cumplido ochenta. Y acaso es disposición de Huitzilopochtli de que ya nada suceda. ¿Acaso a excusas de él tendréis que ver por vosotros? Dejemos que pasen estos cuatro dias para que se cumplan ochenta.
Y hecho esto, no se hizo caso. Y también de nueva cuenta empezó la batalla. De modo que solamente fue a presentarla, a dar comienzo a la guerra el capitán de Huitznáhuac, el huasteco.

Por fin de cuentas todos nos pusimos en movimiento hacia Amáxac. Hasta allá llegó la batalla. Luego fue la dispersión, no más por las cuestas están colocadas las gentes. El agua está llena de personas; los comienzos de los caminos están llenos de gente.



La ciudad vencida

Éste fue el modo como feneció el mexicano, el tlatelolca. Dejó abandonada su ciudad. Allí en Amáxac fue donde estuvimos todos. Y ya no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovió sobre nosotros.



Prisión de Cuauhtémoc

Ahora bien, cuando salieron del agua ya van Coyohuehuetzin, Topantemoctzin, Temilotzin y Cuauhtemoctzin. Llevaron a Cuauhtemoctzin a donde estaba el capitán, y don Pedro de Alvarado y doña Malintzin.
Y cuando aquéllos fueron hechos prisioneros, fue cuando comenzó a salir la gente del pueblo a ver dónde iba a establecerse. Y al salir iba con andrajos, y las mujercitas llevaban las carnes de la cadera casi desnudas. Y por todos lados hacen rebusca los cristianos. Les abren las faldas, por todos lados les pasan la mano, por sus orejas, por sus senos, por sus cabellos.
Y esta fue la manera como salió el pueblo: por todos los rumbos se esparció; por los pueblos vecinos, se fue a meter a los rincones, a las orillas de las casas de los extraños.

Cuando nos hubimos dispersado los señores de Tlatelolco fueron a establecerse a Cuauhtitlan: son Topantemoctzin, el Tlacochcálcatl Coyohuehuetzin y Temilotzin.
El que era gran capitán, el que era gran varón solo por allá va saliendo y no lleva sino andrajos. De modo igual, las mujeres, solamente llevaban en sus cabezas trapos viejos, y con piezas de varios colores habían hecho sus camisas.
Por esta causa están afligidos los principales y de eso hablan unos con otros: ¡hemos perecido por segunda vez! Un pobre hombre del pueblo que iba para arriba fue muerto en Otontlan de Acolhuacan traicioneramente. Por tanto, se ponen a deliberar unos con otros los del pueblo que tienen compasión de aquel pobre. Dicen:
–Vamos, vamos a rogar al capitán nuestro señor.



La orden de entregar el oro

En este tiempo se hace requisa de oro, se investiga a las personas, se les pregunta si acaso un poco de oro tienen, si lo escondieron en su escudo, o en sus insignias de guerra, si allí lo tuvieron guardado, o si acaso su bezote, su colgajo del labio, o su luneta de la nariz, o tal vez su dije pendiente, todo cuanto sea, luego ha de juntarse.
Y hecho así, se rejuntó todo cuanto se pudo descubrir. Luego lo viene a presentar uno de sus jefes, Cuezacaltzin de Tlapala, Huitziltzin, de Tepanecapan, el capitán de Huitznáhuac, el huasteco, y Potzontzill de Cuitlachcohuacan. Éstos van a entregar el oro a Coyoacan. Cuando han llegado allá dicen:

–Capitán, señor nuestro, amo nuestro: te mandan suplicar los señores tus vasallos los grandes de Tlatelolco. Dicen: "Oiga por favor el señor nuestro:" "Están afligidos sus vasallos, pues los afligen los habitantes de los pueblos en donde están refugiados por los rincones y esquinas." "Se burlan de ellos el habitante de Acolhuacan y el Otomí, los matan a traición."
"Y esto más: aquí está esto con que vienen a implorarte: esto es lo que estaba en las orejas y en los escudos de los dioses de tus vasallos." En su presencia colocan aquello, lo ponen en cestones para que lo vea.

Y cuando el capitán y Malintzin lo vieron se enojaron y dijeron:

– ¿Es acaso eso lo que se anda buscando? Lo que se busca es lo que dejaron caer en el Canal de los Toltecas. ¿Dónde está? ¡Se necesita!

Al momento le responden los que vienen en comisión:
–Lo dio Cuauhtemoctzin al Cihuacóatl y al Huiznahuácatl. Ellos saben en dónde está: que les pregunten. Cuando lo oyó, finalmente mandó que les pusieran grillos, que los encadenaran.

Vino a decirles Malintzin:

–Dice el capitán: que se vayan, que vayan a llamar a sus principales. Les quedó agradecido. Puede ser que de veras estén padeciendo los del pueblo, pues de él se están mofando. Que se vengan, que vengan a habitar sus casas de Tlatelolco; que en todas sus tierras vengan a establecerse los tlatelolcas. Y decid a los señores principales de Tlatelolco: ya en Tenochtitlan nadie ha de establecerse, pues es la conquista de los "dioses", es su casa. Marchaos.



El pueblo regresa a establecerse en Tlatelolco

Luego viene Temilotzin, viene a establecerse en Capultitlan. Y don Juan Huehuetzin se vino a establecer en Atícpac. Pero Coyohuehuetzin y Topantemoctzin murieron en Cuauhtitlan. Cuando vinimos a establecernos en Tlatelolco aquí solamente nosotros vivimos. Aún no se venían a instalar nuestros amos los cristianos. Aún nos dejaron en paz, todos se quedaron en Coyoacan. Allí ahorcaron a Macuilxochitl, rey de Huitzilopochco. Y luego al rey de Culhuacan, Pizotzin. A los dos allá los ahorcaron. Y al Tlacatécatl de Cuauhtitlan y al mayordomo de la Casa Negra los hicieron comer por los perros. También a unos de Xochimilco los comieron los perros. Y a tres sabios de Ehécatl, de origen tetzcocano, los comieron los perros. No más ellos vinieron a entregarse. Nadie los trajo. No más venían trayendo sus papeles con pinturas (códices). Eran cuatro, uno huyó: sólo tres fueron alcanzados, allí en Coyoacan. En cuanto a los españoles, cuando han llegado a Coyoacan, de allí se repartieron por los diversos pueblos, por dondequiera. Luego se les dieron indios vasallos en todos estos pueblos. Fue entonces cuando se dieron personas en don, fue cuando se dieron como esclavos. En este tiempo también dieron por libres a los señores de Tenochtitlan. Y los libertados fueron a Azcapotzalco. Allí (en Coyoacan) se pusieron de acuerdo (los españoles) de cómo llevarían la guerra a Metztitlan. De allá se volvieron a Tula. Luego ya toma la guerra contra Uaxacac (Oaxaca) el capitán. Ellos van a Acolhuacan, luego a Metztitlan, a Michoacan . . . Luego a Huey Mollan y a Cuauhtemala, y a Tecuantépec. No más aquí acaba. Ya se refirió cómo fue hecho este papel.

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